400 Embajadores (Por TI2SW).

Para reflexionar

Managua estaba de compras aquella tarde del 22 de diciembre de 1972.
Lejos estaban sus doscientos cincuenta mil habitantes de imaginar la tragedia que se avecinaba.
Varias horas después, a las 12:15 AM fueron sacudidos por un terremoto de 6.5 grados Richter de intensidad.
 A la 1:30 AM sonó mi teléfono y era Cabeto Páez (TI2CAP), amigo y radioaficionado. –“Banano, Managua se cayó, alístese y váyase ya con la móvil, yo lo recibo en la frecuencia 7.100”.
Llamé a Noticieros Columbia y a las 2:00 a.m. estaba con el periodista Víctor Hugo Vargas (hermano de Armando) echando gas en la bomba de Víctor Solano en una panel Datsun 1000 equipada con un transmisor de radioaficionado salimos rumbo a Managua como alma que lleva el diablo.
 
 
A las seis de la mañana cruzamos Peñas Blancas sin detenernos un instante, y a las siete pasadas nos detuvimos unos minutos en la loma de Casa Colorada, Managua lucía como un Berlín bombardeado; enormes columnas de humo se levantaban por doquier.

A medida que nos acercábamos a la capital aumentaba la horrorosa visión del desastre, el cálculo preliminar, diez mil muertos.
La gente deambulaba como zombi buscando sobrevivientes entre los escombros, NICASAT, la estación satelital terrestre había colapsado al igual que el agua y la electricidad. La capital estaba incomunicada con el mundo exterior una estación de radioaficionado fue llevada a “El Retiro”, residencia del General Anastasio Somoza. Operada por YN1RB, radioaficionado y comandante del ejército lograron comunicarse con un radioaficionado en Virginia quién logró pasar un mensaje del Embajador Turner B. Shelton a Washington.
A través de Columbia el periodista Víctor Hugo Vargas informaba a las agencias internacionales de noticias la magnitud de lo acontecido mientras que desde la Zona del Canal despacharon un avión militar con un hospital de campaña y a mediodía los bomberos de Liberia trataban de apagar algunos incendios.
Las tanquetas del ejército recorrían la capital para evitar saqueos esto añadía un tinte a guerra, más cuando 40.000 sobrevivientes emprendían una caminata de 80 kilómetros hasta León.
Al caer la tarde regresamos a Liberia a comprar una batería y recargar el tanque de gas.
 
 
Imagine usted por un momento que esto mismo sucediera hoy en San José, piense que se interrumpe la electricidad y el agua, que su celular no funciona ni internet tampoco, añada desde luego que el cajero automático tampoco sirve y que las bombas de gasolina están cerradas.
También las televisoras y emisoras de radio estarán fuera del aire y que como Managua, Costa Rica está incomunicada del mundo exterior.
Más grave aún, que Costa Rica no tiene radioaficionados, único recurso disponible a la hora de un desastre.
Y esto es así porque así lo quiere la SUTEL. Hace dos o tres años escondieron todos los documentos de la Oficina de Control de Radio donde estábamos registrados cuatrocientos radioaficionados, luego nos obligaron (aún a los viejos técnicos como yo) a hacer un examen teórico vía Internet, cosa que no se pudo hacer porque la plataforma creada por ellos no estuvo lista a tiempo.
En una última instancia la Presidenta Laura Chinchilla emitió un decreto para que inmediatamente se restituyeran nuestros derechos, pero nuevamente la SUTEL atrasó las cosas a tal punto de que hoy día, un año después aún no tenemos licencia.
Ni los tratados con la UIT (organismo de las Naciones Unidas) ni los convenios con la I.A.R.U. (International Amateur Radio Unión) valen en esta tierra bendita.
Como Embajadores de Buena Voluntad los radioaficionados damos a conocer las costumbres y las bondades de Costa Rica a cientos de miles de colegas en todo el mundo, contribuimos al desarrollo de las técnicas más novedosas y estamos listos para servir en caso de emergencia con energía solar y eólica y nuestros equipos y experiencia.
No es justo ni para el país ni para nosotros que se nos mantenga en un limbo jurídico. ¿No será que se necesita un terremoto para que aquí las cosas se muevan?

Arnoldo Alfaro Chavarría. TI2SW.
  Santa Ana, 7 de agosto 2014

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